Si pensamos por un momento en la sociedad que hemos creado, la
mayor parte de lo que se vende hoy son imágenes, gestos, palabras… Nada de
tocar o de que nos toque algo vivo. Eso lo solemos dejar para el sexo.
Pienso, por ejemplo, que habrá ancianos que dejen este mundo
sin haber tenido jamás la oportunidad de sentir, a través de su piel, el bienestar del tacto,
es decir, no habrán disfrutado nunca de un masaje. Solo por no superar tabúes,
barreras culturales o generacionales que asocian placer con pecado. Eso me pone
muy triste.
La piel está conectada, sobre todo, con nuestro principal
motor: el cerebro. Los masajes llegan a estimular hormonas, enzimas que activan
mecanismos que equilibran el estrés, mejoran el sistema
inmunológico y estimulan el sistema parasimpático normalizando el ritmo
cardiaco y la respiración. También equilibra sistemas como el vascular,
linfático, digestivo, reproductor, muscular, articular, óseo y nervioso, y
mejora contracturas y demás tipos de problemas
musculares.
En resumen, el tacto en forma de masaje repercute de forma
beneficiosa la vida diaria. Mejora nuestro nivel de concentración, facilita el
descanso nocturno…y sí, es un verdadero placer en muchas ocasiones. Por eso, ahora
que ya ha llegado septiembre y para muchos la temida depresión
postvacacional, ¿vas a seguir pasando de masajes? No piense más y ¡siente!
Estoy de acuerdo: uno no puede perderse la oportunidad de sentir... y sentirse mejor, y el masaje es una vía excelente para ello. Hay que probarlo!
ResponderEliminarEfectívamente María, gracias por tu comentario. Cuando recibimos un masaje, siempre mejoramos, y la sensación de sentirse mejor es mucho más profunda. Os animo a todos a sentirlo, no solo cuando nos ataca el dolor, sino de forma habitual para prevenir la enfermedad y para conectar con nosotros mismos.
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